miércoles, 21 de abril de 2010

Video destacado.




Video filmado por las cámaras de monitoreo del municipio de Tigre. Dos delincuentes golpean e intentan robar a un hombre que se encuentra estacionado al costado del camino.

lunes, 19 de abril de 2010

SEGURIDAD CIVIL EN EL ESTADO DE DERECHO. 3º Parte (Fin)

Comentarios sobre el libro La Inseguridad Social, del escritor francés Robert Castel y la conflictiva relación entre Seguridad Pública y Libertades Públicas. 3º Parte.

Seguridad pública y libertades públicas
La piedra fundamental de la construcción socio-política de los primeros liberales es que pretenden asegurar a la vez la protección civil de los individuos en un Estado de derecho y su protección social fundada en la propiedad privada. La propiedad es la institución social por excelencia ya que salvaguarda la independencia de los individuos y los asegura contra los riesgos de la existencia y las contingencias de la vida social. Los propietarios pueden protegerse a si mismos usando sus propios recursos, en el marco legal de un Estado que protege esa propiedad. La seguridad civil está asegurada, a su vez, por un estado de derecho que garantiza el ejercicio de las libertades fundamentales, imparte justicia y vela por el desarrollo pacífico de la vida social con el trabajo de las fuerzas del orden.

Este modelo no erradica la inseguridad, ya que para ello sería necesario que el Estado controle todas las posibilidades individuales y colectivas de transgredir el orden social y esta premisa se cumpliría sólo a través del despotismo o del totalitarismo. Un Estado democrático no puede ser protector a cualquier precio. La existencia de principios constitucionales, separación de poderes y respetar el derecho en el uso de la fuerza, ponen límites al ejercicio del poder absoluto, creando indirectamente las condiciones de cierta inseguridad. Castel sostiene que la crítica del “laxismo” de las autoridades responsables del mantenimiento del orden tiene su fundamento en la distancia que existe siempre en un Estado de derecho, entre la exigencia de respetar las formas legales, y las prácticas represivas que estarían incondicionalmente gobernadas por la preocupación de ser eficaces. Para superar esta contradicción, todos los individuos deberían ser virtuosos, o deberían ser obligados a ello. Pero si la virtud no es espontánea y uno se niega a inculcarla a la fuerza, entonces hay que admitir que la seguridad absoluta de los bienes y de las personas jamás estará completamente asegurada en un Estado de derecho.

Para Castels existiría, sin embargo, una gran distancia entre la obsesión por la seguridad y las amenazas objetivas que pesan sobre los bienes y las personas. Según el autor, esta distancia está dada por la relación con el Estado propia de las sociedades modernas, donde el individuo está sobrevalorado, y dado que se siente vulnerable, exige que el Estado lo proteja. Se ejerce por tanto más presión sobre el Estado a riesgo de luego juzgarlo invasor. Si se pretende un Estado de derecho, éste no puede sino defraudar la búsqueda de protección total, pues la seguridad total no es compatible con el respeto absoluto de las formas legales. En estas sociedades la demanda de protección es infinita pues el individuo se halla fuera de las protecciones de proximidad. A su vez se desarrollan mayores exigencias de respeto a la libertad y la autonomía de los individuos. El hombre moderno quiere de forma absoluta que se le haga justicia en todos los dominios, incluso en su vida privada; pero también querría que se garantice en forma absoluta su seguridad y como estas dos lógicas no pueden recubrirse por completo, dejan subsistir una brecha que nutre el sentimiento de inseguridad. De modo que la exasperación de la preocupación por la seguridad engendra necesariamente su propia frustración, que alimenta el sentimiento de inseguridad.

Quizás se trate de una contradicción inherente al ejercicio de la democracia moderna, ya que la seguridad en esta sociedad es un derecho, pero que tal vez no pueda cumplirse plenamente sin movilizar medios que resulten atentatorios del derecho. ¿Acaso el aumento de autoridad que se exige a un Estado de derecho puede ejercerse en un marco verdaderamente democrático? El ejemplo de Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo demuestra cómo sociedades que pregonan su adhesión a los derechos humanos se ven amenazadas con un deslizamiento hacia la restricción de las libertades públicas. FIN
Eduardo Livio